Por:
Marizabel Blanco Sifontes
Leila
González, fue la número diecisiete de dieciocho hermanos en un
hogar de los centros populares de Belo Horizonte, capital de Minas
Gerais, Brasil, fruto de la unión de Acácio Joaquim de Almeida
padre de Leila, uno de los miles de hijos
de africanos esclavizados que nacieron en Brasil durante la vigencia
de la Ley de vientres libre, que
permitía que los hijos de mujer
esclava que nacieran desde la fecha de su expedición fuesen
considerados libres siendo esto el preámbulo de la llamada Ley
Dorada que decretó la abolición de la esclavitud en Brasil en mayo
de 1888 (Uribe, 2019) y su madre Doña Urcinda dos Anjos, quien
revelándose frente al casamiento que se pretendía hacer luego de
una “trasgresión” de un italiano, prefirió unirse en matrimonio
con aquel hijo de esclavizados que nació siendo un hombre libre.
Leila
vino al mundo un 1° de febrero de 1935 y vivió por épocas entre
Rio de Janeiro y Minas Gerais. Desde el año
1942, estando en Rio de Janeiro y tras la muerte de su padre los
hermanos y las hermanas mayores asumieron el sostén de la familia,
incluyendo la posibilidad de que Lélia accediera a una buena
educación, en una época en la que no era común ver a una mujer
humilde y además negar, estudiando. Venciendo grandes dificultades,
gracias a la solidaridad de su familia, Lélia rompió el estándar
de baja tasa de escolaridad entre jóvenes negras y pasó con éxito
por los mejores colegios públicos, además recorrió el camino hasta
graduarse en Historia y Geografía en 1958 y en Filosofía en 1962,
egresando de la actual Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Una
vez graduada, trabajó como docente, se independizó económicamente.
Por esos años de dictadura militar en el país, se censuró su
matrimonio con su novio de la universidad, Luiz Carlos Gonzalez,
“un hecho que incidió significativamente en su futuro, porque la
familia de él, especialmente su suegro, la sometió a maltratos,
abusos y vejaciones por su condición racial; razón por la cual su
esposo rompió con su familia, buscando proteger a Lélia. Pero, el
hombre no soportó el permanente acoso de su familia y terminó
suicidándose, en 1965; lo cual, obviamente, destrozó personalmente
a Lélia, quien decidió irse a Minas Gerais, a una especie de
retiro, de reencuentro, de reconstrucción personal. Allá, luego de
haber vivido el racismo de tan cruel modo, Lélia Gonzalez será más
consciente de la existencia de ese fenómeno en Brasil y de la
falacia de la Democracia racial pregonada por el Estado brasileño”.
(Uribe, 2019)
Luego
de la muerte de su madre en 1967 comienza a publicar sus primeros
escritos e incursiona laboralmente en la universidad de Rio de
Janeiro donde de nuevo vive la discriminación y el racismo de la
hegemonía blanca de la intelectualidad brasileña. Son estas
experiencias las que llevan a Leila a la búsqueda de respuestas y
comienza a encontrarse con verdades que
fueron escondidas intencionalmente por la historia oficial. Estudia
literatura, historia africana y el camdomblé, una religión de su
tierra pero de raíz africana, así mismo se incorporó a movimientos
sociales afrobrasileños, a las escuelas de capoeira, estudió
psicoanálisis y reflexionó sobre todas sus vivencias racista y de
discriminación racial por las que había pasado en su vida además
de observar analíticamente la situación de otras mujeres negras en
ese país. “Por esa vía, Lélia
concluye que su formación le ha blanqueado la conciencia,
que ha actuado como si no fuera negra; y que Hegel es un cretino por
haber afirmado que África carece de historia”
(Uribe, 2019) desde acá Leila Gonzáles se hace más observadora de
los mecanismos de discriminación que pone en práctica la sociedad
brasileña, y de igual forma identifica esa misma situación en
América Latina, se hace crítica del estado racializado y comienza a
deconstruir y a la vez a darle forma a lo que sería luego una de las
propuestas teóricas que luego pasará a ser referencia obligada del
pensamiento latinoamericano.
Leila
militante y prolífera intelectual
Léila
logra hacer una deconstrucción conceptual de la justificación
creada alrededor de la política de Democracia Racial en su país a
partir de la
leyenda de Mae
Preta,
que no
pasaba de ser la romantización de un despojo que incluía quitarles
hasta la leche materna a las mujeres negras, mediante el uso del
icono de la “Madre
de leche”,
como supuesto símbolo de unas relaciones armoniosas y de
colaboración entre los amos y sus esclavas.
Lélia
no solamente desmonta el falso constructo propiamente dicho de creer
que es armonía la imposición de una práctica a costa de los
propios hijos de las esclavas; sino que denuncia que muchos de esos
hijos, cientos, miles, eran producto de las sucesivas y denigrantes
violaciones de amos y capataces, con lo cual se configuraba una total
desposesión y expropiación del cuerpo
de las mujeres
esclavizadas, y ello era una prueba irrefutable de racismo que
ocultaba la supuesta democracia racial. Develó la negación del
racismo como expresión del sistema neocolonial imperante, así como
el racismo oculto en Brasil, permitió ver como éste adopta
múltiples caras para disfrazar y justificar la opresión de unos
sobre otros blancos sobre negros (e indígenas) o también hombres
sobre mujeres. Su trabajo permitió comprender cómo se han hecho ver
como normales las ventajas comparativas de los opresores sobre los
oprimidos, que hoy día las voces de intelectuales, líderes y
lideresas de ese país continúan denunciando como se agudiza ese
modelo colonial que sigue vivo a lo largo y ancho de todo el
continente.
En
junio de 1988, un mes después de haber organizado la multitudinaria
Marcha
contra la Farsa de la Abolición en el centenario de la Ley Aúrea
brasileña;
cuando ya gozaba del respeto y el reconocimiento internacional, tenía
fundado el Movimiento Negro Unificado, había sido designada por el
Presidente Sarney como integrante del Consejo Nacional de Derechos de
la Mujer -por cuya creación luchó durante varios años-, Lélia
Gonzalez publica entonces su obra máxima con el ensayo “A
Categoria Político-Cultural Da Amefricanidade”
en
español: La
Categoría Político-Cultural de Amefricanidad.
Esta
novedosa y creativa categoría de Amefricanidad
es una idea que aporta una epistemología para acercarnos, por un
lado, a la comprensión de las manifestaciones explícitas o abiertas
así como a las soterradas o encubiertas de racismo, cómo la
herencia colonial y el rezago de instituciones pre-capitalistas,
capitalistas y patriarcales penetraron nuestras sociedades y se
mantienen vivas de diversas formas abiertas o sutiles en las
relaciones sociales, orientando el pensamiento, las miradas y
comportamientos de personas, colectividades e instituciones.
La
Améfrica ladina de Leila González
Gonzalez
planteó la categoría de Améfrica
Ladina para
denominar a todos los descendientes de los africanos y las africanas
que llegaron a la fuerza, por el tráfico esclavista, y a quienes
llegaron a América antes del “descubrimiento”, entendido
como un enfoque
epistemológico y político que rompió con el discurso académico
eurocentrado en un esfuerzo para entender y responder ante la
realidad de las mujeres negras brasileñas pensado, analizado y
construido desde la misma experiencia de las propias mujeres negras,
lo cual es hoy reconocido como uno de los núcleos de la propuesta
feminista descolonial de los movimientos feministas del continente.
Améfrica Ladina surgió de procesos comunitarios y colectivos
locales que fueron reflexionados a partir de la propia vivencia
social, cultural y espiritual de Leila en compañía de las
militantes de los movimientos sociales, organizaciones religiosas y
culturales donde se articuló a otras personas que compartían
algunas vivencias, mas tarde esa construcción fue nutrida de los
aportes de pensadores afrodescendientes y feministas de América
Latina. Es lo que Leila mencionaba como la necesidad de una
producción de conocimiento localizado (Gonzalez,1983) es decir, un
conocimiento a partir de la experiencia, de los contextos
particulares, la historia propia como fue el resultado de la
sistematización de su experiencia analizada desde las
triangulaciones que sus estudios en distintas áreas académicas y
saberes culturales aportaron para hacer un tejido explicativo, que
hoy conocemos como la interseccionalidad (Crenshaw,1994) y por otro
lado colonialidad del saber (Lander,2000) en el cual se explica los
mecanismos que legitiman la imposición del concepto eurocéntrico de
hombre y sociedad sustentada en la falsa creencia de superioridad por
encima del resto del mundo.
Esta
apuesta a la forma de generar conocimiento teórico sobre la realidad
de las mujeres negras, va a permitir identificar las particularidades
surgidas en la colonia y durante el proceso de formación de la
sociedad. Por eso partiendo de un análisis de los estereotipos
aplicados a la población afrobrasilera, González logra ver y
comprender los impactos aún presentes en el siglo XX de su historia
colonial. Al
mismo tiempo determina que lo negro se
ha negado como componente central de la construcción de América
(González, 1983).
Explica que esto ocurre al priorizarse la latinidad como fundamento
de la conformación de nuestras sociedades, que a través de un
proceso de “blanqueamiento” donde se incluyen estrategias
discursivas, como la que existió en la llamada democracia racial de
Brasil, se asemeja a lo que sucedía en el continente, donde no se
reconocía que, sin el componente negro no existiría la América de
la segunda mitad del siglo XX, y que para permanecer aquí las y los
esclavizados y sus descendientes tuvieron que resistir astutamente de
maneras particulares, y es esta realidad la que ella denomina la
noción de astucia la génesis de la construcción de Améfrica
Ladina.
La categoría Améfrica Ladina nos dice que no podemos entender el
presente de nuestras sociedades racistas sin analizar los impactos de
la trata transatlántica, la invasión europea en el Abya Yala y el
proceso colonial que afectó tanto en los cuerpos racializados como
en la construcción de las relaciones sociales en todas las
sociedades actuales de nuestro continente. Esto nos lleva a dar una
mirada interseccional que aborde de manera integral la composición
de la dominación en torno al sexismo, el racismo, el clasismo, el
imperialismo y el poder, donde la mujer, sea negras en tanto mulata,
madre negra y empleada doméstica, se llevan la peor parte porque se
le encasillan sus identidades y posibilidades de ser , entrampadas en
las estrategias discursivas de la democracia racial por ejemplo, de
la negación de la historia, (pasada, y actual) e incluso de la
negación de la existencia de los aportes de negras y negros y sus
descendientes, por lo que dice Leila se les negó su humanidad
(González, 1983).
La categoría nos permite también comprender que en medio de la
historia de dominación colonial y su mantenimiento ejemplificada en
la política de democracia racial brasilera, o en cualquier otro tipo
de racismo enmascarado puestos en práctica en cualquier
Estado-nación de la región, los sujetos, especialmente las mujeres
racializadas, desarrollaron creativas estrategias para resistir. Es
decir, que en esa experiencia de dominación se construyó tanto un
sujeto dominador como otro que aprendió a poner el pecho y
transformar su realidad para sobrevivir, Esto en Venezuela es ejercer
el cimarronaje activo, como lo hicieron nuestras y nuestros
referentes históricos afrodescendientes en los numerosos Cumbes. En
este sentido Leila continua su propuesta invitando a reflexionar
sobre el proceso de construcción del sujeto dominado, se pregunta
por cómo la dominación se establece desde procesos de alienación
en los que el dominado aspira a parecerse al dominador, y en los que
opera la domesticación, y se interroga cómo en dicha alienación,
la conciencia excluye lo que la memoria incluye, dándole peso a los
proceso de reconstrucción de la historia desde la oralidad, desde la
gente, desde los sujetos mismos que se apropian del proceso de
construcción de la historia no escrita para que allí emerja la
verdad. Es una apuesta constante a la construcción y deconstrucción
del marco de dominación y de las relaciones de poder que son
evidentes en las posiciones de clase, género y raza, sino en la
entre los sujetos dominados, las exclusiones, las imposiciones mutuas
y el sectarismo.
A veintiocho años de su partida (el 10/07/1994) Leila le legó al
continente, a los mas de ciento ochenta millones de afrodescendientes
y en especial a los millones de mujeres negras y/o afrodescendientes
que pueblan esta región afrodiaspórica, una mirada propia, un
discurso y un pensamiento que explica lo que somos, cómo nos vemos,
cómo nos identificamos y hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos
emancipadores para la dignificación de la vida mediante la adopción
de herramientas teóricas, narrativas y nuevas prácticas para
desmontar el racismo y la discriminación racial en esta Améfrica
ladina.
Referencias consultadas
Collins,
Patricia Hill (2000). Black Feminist Thought: Knowledge,
Consciousness and the Politics of Empowerment. Nueva
York: Routledge.
Gonzalez,
Lélia. 1988. “A categoria
político-cultural de amefricanidade”.
Tempo Brasileiro,
Lander,
Edgardo. 2000. La colonialidad del
saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas. CLACSO. Buenos
Aires
Uribe. H, Julio
César
Lélia Gonzalez Améfrica
Ladina su patria, Pretugués su lengua
Nota: las fotos son del sitio
http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/