lunes, 7 de marzo de 2022

Ennegreciendo el Día Internacional de La Mujer Trabajadora. El 8 de marzo de 1908.

 


CECLAYA Investigación

Militante para el siglo XXI


El presente ensayo se presenta ante lectoras y lectores como una estrategia de auto-reparación de la memoria, en contra de la Misoginia Racializada1, abriendo las compuertas de la historia y ensanchando los relatos de todas nuestras luchas.

La historia que traemos hoy es la de un desencadenante histórico que sintetiza en la primera década del siglo XX de la sociedad estadounidense, las contiendas de las mujeres dentro de la clase trabajadora, quienes protagonizaron las luchas más inclementes frente a la opresión triangulada del racismo, el machismo y el capitalismo.

Hablamos de todas las mujeres juntas y por separado, golpeando las estructuras del sistema que les dominaba. Construyendo con sus prácticas el concepto político de justicia, que aún hoy, siguen empujando.


Así, además de las costureras de la fábricas textiles en la gran metrópolis de New York, se encontraban las esclavizadas afroamericanas del cinturón algodonero al Sur de Estados Unidos; las mujeres del pueblo chicano, resistiendo la expansión de las fronteras del Estado Nación Norteamericano, las mujeres emigrantes pobres, que el sueño de una mejor vida en la “tierra de las libertades”, desde que desembarcaron en el puerto de Manhattan, les fue negado.



Sobre los encubrimientos de la historia oficial: racismo, clasismo y misoginia.

La historiografía colonial moderna occidental, nos ha reseñado año tras año que el 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer trabajadora ya que en 1857 las obreras textiles y de la confección en la ciudad de Nueva York, llevaron a cabo una gran huelga, donde exigieron la dignificación del trabajo, la reducción de la jornada laboral a ocho horas, la abolición del trabajo infantil y la igualdad del voto en la incorporación del derecho al sufragio a la mujer.

En 1908, mientras que estas manifestaciones callejeras se daban en la ciudad de New York, en la Fábrica Cotton 129 obreras son asesinadas tras el incendio provocado por los burgueses dueños de la fábrica, llevando a cabo con estos atroces hechos, un presunto castigo ejemplar, para cualquier otra mujer que decidiera reclamar sus derechos.

El 8 de marzo de 1910, en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Dinamarca, Clara Zetkin propuso la manifestación internacional permanente en esa fecha como símbolo de la lucha por las libertades y los derechos laborales de las mujeres en el mundo y en homenaje a las mujeres caídas.

Cuarenta y dos años después en esos procesos de dilatación de la justicia, específicamente en 1952, la Organización de Naciones Unidas estableció el día 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y en el año 1975, lo declaró "Año Internacional de La Mujer", desapareciendo sutilmente el carácter clasista de la lucha con la desincorporación del adjetivo “trabajadora”.

Y esta historia tan importante en la vida de nuestras luchas colectivas contra el patriarcado judeo cristiano, contada a medias, escamoteada, sin antecedentes, ni consecuentes, de efemérides que surgen casi por generación espontánea, por gracia divina, sigue encubriendo el cómo una sociedad como la estadounidense se transforma de esclavista a capitalista en eso que fue su propia Revolución Industrial.

¿Cuáles circunstancias previas al 8 de marzo de 1908, nutrieron a ese “Desencadenante Histórico”?

Partimos de que la sociedad norteamericana tiene su génesis como nación supremacista a partir de la institucionalización de La Ideología y Economía Política del Racismo con características propias de la identidad dominante de los Estados Unidos.

En 1860 El Cinturón de la producción algodonera, conformado por los estados de Alabama, Luisiana y Mississippi conocido como El Imperio del Algodón, estaban ubicados al Sur de los Estados Unidos, lo que se conoce en la historia de éste país como el Sur Esclavista, que, avanzando el siglo XIX abastecía de materias primas al norte manufacturero textil en ciudades como New York y Boston.

Sólo en este año que resaltamos, un millón de toneladas de algodón abastecieron a las industrias textiles del país y del mundo y fueron producidas por más de 4 millones de esclavizadas y esclavizados afro estadounidenses en esas “celdas productivas”2.

En su libro Mujeres, Raza y Clase de 1981, la activista del movimiento de las Panteras Negras y filósofa afroamericana Ángela Davis, nos revela lo siguiente:

Los propietarios de esclavos utilizaban a mujeres y a niños para distintas tareas con el fin de aumentar la competitividad de los productos del Sur. En primer lugar, las mujeres esclavas y los niños tenían un coste de capitalización y de mantenimiento menor que los hombres de primera categoría. John Ewing Calhoun, un fabricante textil de Carolina del Sur, estimaba que el mantenimiento de los niños esclavos costaba dos tercios de lo que costaba mantener a los esclavos adultos que trabajaban en las fábricas de algodón. Otro californiano estimaba que la diferencia de costes entre la mano de obra esclava masculina y femenina era, incluso, mayor que la que había entre la mano de obra libre y la esclava. Los resultados contables de aquellos que utilizaban a mujeres y a niños esclavos corroboran la conclusión de que los costes laborales podían reducirse sustancialmente. (Davis, 1981:19)

Entonces vamos viendo como se fragua en los orígenes de esta sociedad las causas que habrán de activar la lucha contra el trabajo infantil y la sobre explotación de las mujeres en el sistema de esclavización alrededor de la economía algodonera.

Y continúa explicando Davis:

En la mayoría de las fábricas textiles y de las industrias del cáñamo y del tabaco donde se empleaba mano de obra esclava, las mujeres y los niños esclavos constituían una proporción muy abultada de la fuerza de trabajo. (... ) En algunas ocasiones, las mujeres y los niños esclavos trabajaban en industrias "pesadas” como las refinerías de azúcar y los molinos de arroz y en otras industrias pesadas como la maderera y el transporte, utilizaban a mujeres y a niños en una medida considerable. (Davis, 1981:18)

Pero cada proceso de dominación tiene su co-relato de liberación: Las estrategias del cimarronaje activo con los éxodos de las plantaciones algodoneras.

La Gran Migración afroamericana del Sur Esclavista al Norte Industrial Capitalista se da con ímpetu en los años 1775 y 1783, en este período más de 25 mil fugitivas y fugitivos llegaron al Norte de Estados Unidos. Dentro de una de las estrategias más emblemáticas de ésta insurgencia se encontraba “The Underground rail roads”, las rutas clandestinas de los trenes que llegaban hasta las fronteras de los estados esclavistas. Estas eran consideradas en el sentido de la lucha contra la esclavitud, actividades de acción directa del movimiento abolicionista contra el Sur supremacista, esta vez, protagonizado por una mujer negra.



Se trata de la gran conductora del Ferrocarril Clandestino, Harriet Tumban, que valiéndose de estas rutas, en diecinueve ocasiones, cruzó las fronteras entre el Norte y el Sur de Estados Unidos ayudando a fugarse a más de 300 esclavizados y esclavizadas a finales del siglo XVIII. De esta manera el Norte Industrial se va abasteciendo de mano obrera para la expansión de su economía capitalista.

De los otros acontecimientos que fueron engrosando esta historia.

El movimiento Abolicionista:


En 1789 el norte de Estados Unidos ya había abolido la esclavitud para garantizar el modo de producción capitalista a través de la industrialización. En su génesis, este movimiento, fue de base social y se crea como la contraparte ideológica del esclavismo sureño. Dentro de sus máximos exponentes negros se encuentran Frederick Douglass y la feminista Negra Harriet Beecher Store, quienes lucharon por “reivindicar a los oprimidos como individuos”, esto traducía devolverle la humanidad que la esclavitud arrebató a las y los esclavizados.


Resulta de mucha importancia destacar que el abolicionismo estadounidense, fue un movimiento integrado por muchas mujeres blancas norteamericanas de la clase media, quienes adquirieron experiencia en la militancia, sirviéndoles estas vivencias para el posterior movimiento sufragista norteamericano.


Nos comenta Ángela Davis que:

Durante la década de los treinta del siglo XIX, aunque las mujeres blancas -tanto las amas de casa como las obreras- se volcaron activamente en el movimiento abolicionista, la primera sociedad femenina antiesclavista fue creada por mujeres negras en 1832 en Salem, Massachussets. (Davis, 1981:49)

Sin embargo, aunque no se resaltaba expresamente, a la subjetividad esclavizada como una personalidad racializada, la lucha del movimiento sufragista era la lucha contra el racismo, y las mujeres blancas que formaban parte de este activismo, asumieron la batalla por los derechos humanos, de las mujeres negras.

Continúa aclarando Davis:

Las agresiones sexuales cometidas contra las mujeres negras indignaban especialmente a las mujeres blancas que participaban en el movimiento abolicionista. Frecuentemente, cuando las activistas de las sociedades femeninas antiesclavistas apelaban a las mujeres blancas a defender a sus hermanas negras, relataban historias de violaciones brutales. (Davis, 1981:35)


Dentro de las mujeres blancas más destacadas del movimiento abolicionista se encuentra Lucretia Mott, quien luego de esta experiencia será también pionera del movimiento sufragista norteamericano. Nos informa Ángela Davis “que el compromiso de Mott con el abolicionismo la llevaba a asumir otros peligros, ya que su casa de Filadelfia era una estación muy transitada del Ferrocarril Clandestino”. (Davis, 1981:47)


La Guerra de Secesión desde 1861 hasta 1865. Los bandos que encarnaban estas hostilidades fratricidas:


El Norte Industrial proponía la necesidad de mano de obra libre. Dentro del movimiento abolicionista se había definido la esclavitud ya no tan sólo como un acto inmoral, sino como un acto compulsivo de explotación humana para el trabajo productivo. Para garantizar el modo de producción capitalista a través de la industrialización el Norte se valía del trabajo libre desde el modelo obrero pagado, que era más rentable que la manutención de las esclavizadas y esclavizados.


Los Estados Confederados del Sur Esclavista tienen a 1860 como el año de mayor prosperidad económica del Sur sobre la base de la producción agrícola algodonera y desde el sistema esclavista convirtiéndose en el principal proveedor mundial de este rubro. De esta manera y a partir del hecho netamente económico la institución esclavista logró sostener bajo argucias jurídicas, políticas y culturales la infamia de su sociedad esclavista.

El movimiento Sufragista (1861-1876)

Explicábamos anteriormente que la contienda inspiradora del movimiento sufragista deviene de la experiencia adquirida en el movimiento abolicionista. Hablábamos de la gran cantidad de mujeres blancas de la clase media norteamericana del Norte Industrial, que no sólo acompañaron la lucha abolicionista, sino que se convirtieron en cuadro políticos muy importantes para el movimiento en el medio de las tensiones políticas entre el Norte Industrial y el Sur Esclavista.


Destacábamos también a mujeres como Lucretia Mott, quien muy comprometida en la lucha contra la esclavitud y por ende contra el racismo, se destaca también como una de las pioneras en la lucha por el derecho de las mujeres al voto.


Otra de las mayores exponentes que hoy traemos a esta narración es Elizabeth Stanton, que a decir de Ángela Davis, se convierte en la primera en producir, desde los propios prejuicios racistas, el quiebre entre movimiento abolicionista y movimiento sufragistas, como frente de defensa a los derechos civiles norteamericanos que tantas muertes acumulaba.

Narra Davis:

A diferencia de Lucretia Mott, Elizabeth Cady Stanton no era una activista política experimentada cuando se celebró la convención de Londres. Como acompañante de quien era su marido desde hacía tan sólo unas semanas en lo que llamó su «viaje de bodas», para ella se trataba de la primera ocasión en la que asistía a un encuentro antiesclavista y no en calidad de delegada sino, más exactamente, de esposa de un líder abolicionista. Por lo tanto, la señora Stanton carecía, en cierta medida, de la capacidad para juzgar, ya que no poseía la perspectiva forjada por años de lucha defendiendo el derecho de las mujeres a contribuir a la causa antiesclavista. Cuando en el libro que escribió junto a Susan B. Anthony, History of Woman Suffrage, indicó que durante su conversación con Lucretia Mott, «en aquel preciso instante, quedó inaugurado el trabajo misionero por la emancipación de las mujeres», sus observaciones no recogían las lecciones acumuladas por casi una década de duro trabajo en la que las abolicionistas habían estado batallando por su emancipación política como mujeres. (Davis, 1981:56)



La tercera y última mujer que deseamos destacar en esta entrega, muy importante para el activismo de las mujeres afrodiaspóricas, es a Isabelle Baumfree, quien como cimarrona huye a Canadá en 1827 y que situamos en la génesis del movimiento sufragista norteamericano por la defensa de los derechos de la mujer negra. Mejor conocida como Sojourner Truth, que se puede interpretar como residente permanente de la verdad, fue una vigorosa luchadora por el sufragio femenino, y en 1850 perteneció a la sociedad antiesclavista estadounidense.

Famosa por su gran discurso en la Convención de los Derechos de la Mujer en Akron de 1852, «¿Acaso no soy una mujer?». Su legado da insumos políticos al feminismo negro estadounidense, ya que desde sus vivencias se logra definir cómo fue la lucha de las mujeres negras de esta época, para autodefinirse mujeres desde la experiencia colonial y esclavista.

Con el activismo de muchas mujeres negras como Sojourner Truth, y posteriormente de Ida B. Wells, Mary Church Terrell y Mary McCleod Bethune, Margaret Murria, entre muchas otras más, la lucha por los derechos de las mujeres negras que enfrentaban varios tipos de opresiones simultáneas, generó en el contexto de insurgencia del abolicionismo y el sufragismo en EEUU avanzado el siglo XIX, tensiones muy polémicas entre las alianzas necesarias conquistadas para la lucha común sobre la defensa de los tan mentados derechos civiles.

De este modo, la autodeterminación de las mujeres negras tuvo que pagar un alto costo en la política cuando el racismo acabó infectando el movimiento sufragista estadounidense y cuando la emancipación arrimó las diferencias de género en las comunidades negras. La combinación de ambas formas de exclusión hizo del feminismo negro un movimiento integral, completo, sistémico, plenario, enérgicamente entroncado, como bien los expresa el portal Web “el poder mundial”, con su artículo sobre el movimiento feminista negro en Estado Unidos.

Sobre el movimiento sufragista, cerramos con este relato de Ángela Davis:

las mujeres siguieron siendo activas en sus propias asociaciones obreras, en el movimiento contra la esclavitud e impulsando la campaña por sus propios derechos. Gracias a mujeres socialistas como Pauline Newman y Rose Schneiderman se forjó un movimiento sufragista de clase obrera que supuso la ruptura del monopolio que a lo largo de diez años habían mantenido las mujeres de clase media en la campaña masiva por el voto. (Davis, 1981:153)


Todos estos estallidos forman parte de la historia libertaria estadounidense por la defensa de los Derechos Civiles, pero ¿Cuál fue el desencadenante histórico que sintetizó todas estas luchas sociales y abrieron nuevos procesos de luchas?


Además de los hechos acaecidos el 1 de mayo en el Chicago de 1886, fecha emblemática que permite el surgimiento del día internacional del trabajador, el 8 de marzo de 1908 en New York, problematiza aún más las crisis que por un lado venía arrastrando el sistema esclavista, y que por el otro, forja el capitalismo como sistema generador de desigualdades.


En el libro Feminismos y Socialismos del año 2010, de las autoras Iraida Vargas Arenas y Alba Carosio, nos encontramos con la siguiente reflexión:


La Industria necesitaba mano de obra femenina a la que pagaba una remuneración inferior a la de sus homólogos masculinos. Costura, planchado, lavandería y servicio doméstico constituían entonces las principales actividades a las que se dedicaban. Mal pagadas, peor alimentadas, sin educación… las mujeres – y también los niños – eran considerados la mano de obra ideal para el capitalismo, por su bajo costo. En 1908 y 1909 las costureras de New York fueron quemadas… (Carosio-Vargas, 2010:31)

La dignificación del trabajo femenino se dió gracias a la acumulación de hechos sociales que nutrieron el sentido histórico de la lucha por la conquista de la justicia. Además de todo lo relatado hasta acá, el 8 de marzo de 1857, fue el año donde las obreras que trabajaban en la industria textil conocidas también como «garment workers», de Nueva York, realizaron una huelga. En ese año luchaban por salarios más justos y condiciones laborales más humanas, anhelos que compartían las mujeres afroamericanas esclavizadas en las plantaciones, las mujeres chicanas en defensa de sus territorios y las mujeres inmigrantes que no alcanzaron sus sueños de libertad.


 

Cincuenta y un años después, el 8 de marzo de 1908, otras mujeres costureras vuelven a tomar las calles de Nueva York para exigir aumento de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y la prohibición del trabajo infantil. Como ya sabemos murieron más de un centenar de mujeres calcinadas en la Fábrica Cotton. Nuevamente 3 años y 17 días después una terrible tragedia de esta naturaleza volvió a ocurrir: un incendio de grandes magnitudes que cobró la vida de 123 trabajadoras textiles, 23 hombres y hasta la fecha aún se desconoce si hubo niñas y niños trabajadores en el siniestro. El 25 de marzo de 1911 una vez más se generó un incendio de grandes magnitudes y pérdidas humanas que lamentar, esta vez, en la fábrica de Triangle Shirtwaist en Nueva York.



¿Qué nos queda de esas luchas?


En el siglo XXI continúa la vigencia de estas luchas en el mundo, millones de personas siguen combatiendo la explotación, siguen defendiendo derechos laborales por salarios dignos; en la era neoliberal las mujeres del Sur Global nos enfrentamos a las maquilas como forma de explotación laboral, como celda productiva moderna y seguimos insistiendo en batallar contra el trabajo infantil y el trabajo anciano. A este proceso de reconstrucción de la historia estamos llamando ennegrecer, porque se trata de des-blanquear políticamente las efemérides construidas por la historiografía que oficializaron las clases dominantes del mundo, los y las colonialistas e imperialistas.


Por eso el 8 de marzo no es para nosotras una efeméride donde el acto social es la marcha repleta de banderines de color morado, consignas trasnacionalizadas y ningún plan de acción que permita la construcción colectiva de una agenda de lucha. Es una conmemoración que años tras años, nos compromete como mujeres trabajadoras del mundo, a continuar la lucha por alcanzar la justicia social tantos años postergada.


El mejor homenaje que le hacemos a las caídas de esta guerra, de todos los tiempos, de todas las explotaciones, es reconocer y enarbolar el contenido político de sus luchas populares y desde allí, no dar nuestro brazos a torcer hasta no haber alcanzado los objetivos estratégicos que en sus épocas se habían planteado y que, por distintas formas, o no los hemos alcanzados o los hemos extraviado en el camino.

1 Para la mujer blanca frente a la lucha contra la dominación masculina la mujer afro nunca fue su aliada, por el contrario siempre sería su antagonista, por eso necesitó inferiorizarla. De esta manera, se expresa una “otra” dimensión de ese machismo racializado y de esa violencia patrimonial, desmoralizando la existencia de la mujer afro en la sociedad colonial, que hemos definido como “la misoginia racializada”. Mientras que la familia nuclear patriarcal, colonial y moderna, la legitimidad de las y los hijos pasa por el reconocimiento del vientre de la mujer blanca como expresión femenina y cultural de los sectores dominantes, las hijas y los hijos de las mujeres afro que no son la mercancía esclavizada se convierten en bastardos, son los hijos o hijas naturales, destituidos de toda paternidad, y esta es otra manifestación del despojo ontológico: las mujeres que tienen cultura y las mujeres naturales o de la naturaleza, las mujeres salvajes. En nuestros estudios históricos hemos demostrado que las mujeres afro han llevado la peor parte de la historia de dominación y despojo y la esclavitud, en toda su extensión, es lo sustantivo de este conflicto. Si bien es cierto que la lucha étnica tanto en la existencia indígena como en la afro es previa a la lucha de clases, es también cierto que la lucha de género por parte de las mujeres indígenas y negras contra la violencia patriarcal del conquistador – colonizador – criollo de raíz europea, fue el primer choque cultural entre experiencias humanas diversas radicalmente en este continente, y este aspecto de la venezolanidad sigue siendo un asunto por develar si realmente nos proponemos una reescritura de la historia desde la acera de lo descolonial, revolucionaria, cimarrona y de liberación.

2 Categoría introducida por el activista afrovenezolano Jesús “Chucho” García para referirse a la lógica interna del proceso de producción esclavista que explotaba a las y los africanos hasta la extenuación.


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