CECLAYA
Investigación
Militante para
el siglo XXI
El
presente ensayo se presenta ante lectoras y lectores como una
estrategia de auto-reparación de la memoria,
en contra de la
Misoginia Racializada,
abriendo las
compuertas de la historia
y ensanchando
los relatos
de todas nuestras luchas.
La
historia que traemos hoy es la de un
desencadenante histórico
que sintetiza en la primera década del siglo XX de la sociedad
estadounidense, las
contiendas de las mujeres dentro de la clase trabajadora, quienes
protagonizaron las luchas más inclementes frente a la
opresión triangulada
del racismo, el machismo y el capitalismo.
Hablamos
de todas las mujeres juntas y por separado, golpeando las estructuras
del sistema que les dominaba. Construyendo con sus prácticas el
concepto político de justicia, que aún hoy, siguen empujando.
Así,
además de las costureras de la fábricas textiles en la gran
metrópolis de New York, se encontraban las
esclavizadas afroamericanas del cinturón algodonero al Sur de
Estados Unidos; las
mujeres del pueblo chicano, resistiendo la expansión de las
fronteras del Estado Nación Norteamericano,
las mujeres emigrantes pobres,
que el sueño de una mejor vida en la “tierra de las libertades”,
desde que desembarcaron en el puerto de Manhattan, les fue negado.
Sobre
los encubrimientos de la historia oficial: racismo, clasismo y
misoginia.
La
historiografía colonial moderna occidental, nos ha reseñado año
tras año que el 8 de
marzo se conmemora el día internacional de la mujer trabajadora ya
que en 1857 las obreras textiles y de la confección en la ciudad de
Nueva York, llevaron a cabo una gran huelga, donde exigieron la
dignificación del trabajo, la reducción de la jornada laboral a
ocho horas, la abolición del trabajo infantil y la igualdad del voto
en la incorporación del derecho al sufragio a la mujer.
En
1908, mientras que estas manifestaciones callejeras se daban en la
ciudad de New York, en la Fábrica
Cotton
129 obreras son asesinadas tras el incendio provocado por los
burgueses dueños de la fábrica, llevando a cabo con estos atroces
hechos, un presunto castigo
ejemplar, para
cualquier otra mujer que decidiera reclamar sus derechos.
El
8 de marzo de 1910, en la Conferencia Internacional de Mujeres
Socialistas en Dinamarca, Clara
Zetkin
propuso la manifestación internacional permanente en esa fecha como
símbolo de la lucha por las libertades y los derechos laborales de
las mujeres en el mundo y en homenaje a las mujeres caídas.
Cuarenta
y dos años después en esos procesos
de dilatación de la justicia,
específicamente en 1952, la Organización
de Naciones Unidas estableció el
día 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y en el año
1975, lo declaró "Año
Internacional de La Mujer",
desapareciendo sutilmente el carácter clasista de la lucha con la
desincorporación del adjetivo “trabajadora”.
Y
esta historia tan importante en la vida de nuestras luchas colectivas
contra el patriarcado judeo cristiano, contada a medias, escamoteada,
sin antecedentes, ni consecuentes, de efemérides que surgen casi
por generación espontánea,
por gracia divina, sigue encubriendo el cómo una sociedad como la
estadounidense se transforma de esclavista a capitalista en eso que
fue su propia Revolución Industrial.
¿Cuáles
circunstancias previas al 8 de marzo de 1908, nutrieron a ese
“Desencadenante
Histórico”?
Partimos
de que la sociedad norteamericana tiene su génesis como nación
supremacista a partir de la institucionalización de La
Ideología y Economía Política del Racismo
con características propias de la identidad dominante de los
Estados Unidos.
En
1860 El
Cinturón de la producción algodonera,
conformado por los estados de Alabama, Luisiana y Mississippi
conocido como
El Imperio
del Algodón,
estaban ubicados al Sur de los Estados Unidos, lo que se conoce en
la historia de éste país como el Sur Esclavista, que, avanzando el
siglo XIX abastecía de materias primas al norte manufacturero
textil en ciudades como New York y Boston.
Sólo
en este año que resaltamos, un millón de toneladas de algodón
abastecieron a las industrias textiles del país y del mundo y
fueron producidas por
más de 4 millones de esclavizadas y esclavizados afro
estadounidenses en esas “celdas productivas”.
En
su libro Mujeres, Raza y Clase de 1981, la activista del movimiento
de las Panteras
Negras
y filósofa
afroamericana
Ángela Davis, nos revela lo siguiente:
Los propietarios de esclavos
utilizaban a mujeres y a niños
para distintas tareas con el fin de aumentar la competitividad de los
productos del Sur. En primer lugar,
las mujeres esclavas y los niños tenían un coste de capitalización
y de mantenimiento menor que los hombres de primera categoría.
John Ewing Calhoun, un fabricante textil de Carolina del Sur,
estimaba que el
mantenimiento de los niños esclavos costaba dos tercios de lo que
costaba mantener a los esclavos adultos que trabajaban en las
fábricas de algodón.
Otro californiano estimaba que la diferencia de costes entre la mano
de obra esclava masculina y femenina era, incluso, mayor que la que
había entre la mano de obra libre y la esclava.
Los resultados contables de aquellos que utilizaban a mujeres y a
niños esclavos corroboran la conclusión de que los costes laborales
podían reducirse sustancialmente.
(Davis, 1981:19)
Entonces
vamos viendo como se fragua en los orígenes de esta sociedad las
causas que habrán de activar la lucha contra el trabajo infantil y
la sobre explotación de las mujeres en el sistema de esclavización
alrededor de la economía algodonera.
Y continúa explicando Davis:
En la mayoría de las fábricas
textiles y de las industrias del cáñamo y del tabaco donde se
empleaba mano de obra esclava, las mujeres y los niños esclavos
constituían una proporción muy abultada de la fuerza de trabajo.
(... ) En algunas ocasiones, las mujeres y los niños esclavos
trabajaban en industrias "pesadas” como las refinerías de
azúcar y los molinos de arroz y en otras industrias pesadas como la
maderera y el transporte, utilizaban a mujeres y a niños en una
medida considerable. (Davis,
1981:18)
Pero
cada proceso de dominación tiene su co-relato de liberación: Las
estrategias
del cimarronaje activo con los éxodos de las plantaciones
algodoneras.
La
Gran Migración afroamericana del Sur Esclavista al Norte Industrial
Capitalista se da con ímpetu en los años 1775 y 1783, en este
período más
de 25 mil fugitivas y fugitivos llegaron al Norte de Estados Unidos.
Dentro
de una de las estrategias más emblemáticas de ésta insurgencia se
encontraba “The
Underground
rail roads”,
las rutas clandestinas de los trenes que llegaban hasta las
fronteras de los estados esclavistas. Estas eran consideradas en el
sentido de la lucha contra la esclavitud, actividades de acción
directa del movimiento abolicionista contra el Sur supremacista, esta
vez, protagonizado por una mujer negra.
Se
trata de la gran conductora del
Ferrocarril Clandestino,
Harriet Tumban, que valiéndose de
estas rutas, en diecinueve ocasiones, cruzó las fronteras entre el
Norte y el Sur de Estados Unidos ayudando
a fugarse a más de 300 esclavizados y esclavizadas a finales del
siglo XVIII. De esta manera el
Norte Industrial se va abasteciendo de mano obrera para la expansión
de su economía capitalista.
De
los otros acontecimientos que fueron engrosando esta historia.
El
movimiento Abolicionista:
En
1789 el norte de Estados Unidos ya había abolido la esclavitud para
garantizar el modo de producción
capitalista a través de la industrialización.
En su génesis, este movimiento, fue de base social y se crea como
la contraparte ideológica del esclavismo sureño. Dentro de sus
máximos exponentes negros se encuentran Frederick
Douglass y la feminista Negra
Harriet Beecher Store,
quienes lucharon por “reivindicar
a los oprimidos como individuos”,
esto traducía devolverle la
humanidad que la esclavitud arrebató a las y los esclavizados.
Resulta
de mucha importancia destacar que el
abolicionismo estadounidense, fue
un movimiento integrado por muchas mujeres blancas norteamericanas de
la clase media, quienes adquirieron
experiencia en la militancia,
sirviéndoles estas vivencias para el posterior movimiento
sufragista norteamericano.
Nos comenta
Ángela Davis que:
Durante la década de los treinta del
siglo XIX, aunque las mujeres blancas -tanto las amas de casa como
las obreras- se volcaron activamente en el movimiento abolicionista,
la primera sociedad femenina antiesclavista fue creada por mujeres
negras en 1832 en Salem, Massachussets. (Davis, 1981:49)
Sin
embargo, aunque no se resaltaba expresamente, a
la subjetividad esclavizada como
una personalidad racializada,
la lucha del movimiento sufragista era la lucha contra el racismo, y
las mujeres blancas que formaban parte de este activismo, asumieron
la batalla por los derechos humanos, de las mujeres negras.
Continúa aclarando Davis:
Las agresiones sexuales cometidas
contra las mujeres negras indignaban especialmente a las mujeres
blancas que participaban en el movimiento abolicionista.
Frecuentemente, cuando las activistas de las sociedades femeninas
antiesclavistas apelaban a las mujeres blancas a defender a sus
hermanas negras, relataban historias de violaciones brutales.
(Davis, 1981:35)
Dentro
de las mujeres blancas más destacadas del movimiento abolicionista
se encuentra Lucretia Mott,
quien luego de esta experiencia será también pionera del movimiento
sufragista norteamericano. Nos informa Ángela Davis “que el
compromiso de Mott con el abolicionismo la llevaba a asumir otros
peligros, ya que su casa de Filadelfia era una estación muy
transitada del Ferrocarril Clandestino”. (Davis, 1981:47)
La
Guerra de Secesión desde 1861 hasta 1865. Los bandos que encarnaban
estas hostilidades fratricidas:
El
Norte Industrial proponía
la necesidad de mano de obra libre. Dentro del movimiento
abolicionista se había definido la esclavitud ya no tan sólo como
un acto inmoral, sino como un acto
compulsivo de explotación humana para el trabajo productivo.
Para
garantizar el modo de producción capitalista a través de la
industrialización el Norte se valía del trabajo libre desde el
modelo obrero pagado, que era
más rentable que la manutención de las esclavizadas y esclavizados.
Los
Estados Confederados del Sur Esclavista tienen a 1860 como el año de
mayor prosperidad económica del Sur sobre la
base de la producción agrícola algodonera y desde el sistema
esclavista convirtiéndose en el
principal proveedor mundial de este rubro. De esta manera y a partir
del hecho netamente económico la institución esclavista logró
sostener bajo argucias jurídicas,
políticas y culturales la infamia de su sociedad esclavista.
El
movimiento Sufragista (1861-1876)
Explicábamos
anteriormente que la contienda inspiradora del movimiento sufragista
deviene de la experiencia adquirida en el movimiento abolicionista.
Hablábamos de la gran cantidad de mujeres blancas de la clase media
norteamericana del Norte Industrial, que no sólo acompañaron la
lucha abolicionista, sino que se convirtieron en cuadro políticos
muy importantes para el movimiento en el medio de las tensiones
políticas entre el Norte Industrial y el Sur Esclavista.
Destacábamos
también a mujeres como Lucretia
Mott, quien muy comprometida en la
lucha contra la esclavitud y por ende contra el racismo, se destaca
también como una de las pioneras en la lucha por el derecho de las
mujeres al voto.
Otra
de las mayores exponentes que hoy traemos a esta narración es
Elizabeth Stanton, que a decir de Ángela Davis, se convierte en la
primera en producir, desde los propios prejuicios
racistas,
el quiebre entre movimiento abolicionista y movimiento sufragistas,
como frente de defensa a los derechos civiles norteamericanos que
tantas muertes acumulaba.
Narra
Davis:
A diferencia de Lucretia Mott,
Elizabeth Cady Stanton no era una activista política experimentada
cuando se celebró la convención de Londres. Como acompañante de
quien era su marido desde hacía tan sólo unas semanas en lo que
llamó su «viaje de bodas», para ella se trataba de la primera
ocasión en la que asistía a un encuentro antiesclavista y no en
calidad de delegada sino, más exactamente, de esposa de un líder
abolicionista. Por lo tanto, la señora Stanton carecía, en cierta
medida, de la capacidad para juzgar, ya que no poseía la perspectiva
forjada por años de lucha defendiendo el derecho de las mujeres a
contribuir a la causa antiesclavista. Cuando en el libro que escribió
junto a Susan B. Anthony, History of
Woman Suffrage,
indicó que durante
su conversación con Lucretia Mott, «en aquel preciso instante,
quedó inaugurado el trabajo misionero por la emancipación de las
mujeres», sus observaciones no recogían las lecciones acumuladas
por casi una década de duro trabajo en la que las abolicionistas
habían estado batallando por su emancipación política como
mujeres. (Davis, 1981:56)
La
tercera y última mujer que deseamos destacar en esta entrega, muy
importante para el activismo de las mujeres afrodiaspóricas, es a
Isabelle
Baumfree,
quien como cimarrona huye a Canadá en 1827 y que situamos en la
génesis del movimiento sufragista norteamericano por la defensa de
los derechos de la mujer negra.
Mejor conocida como Sojourner
Truth,
que se puede interpretar como residente
permanente de la verdad,
fue una vigorosa luchadora por el sufragio
femenino, y en 1850 perteneció a la sociedad antiesclavista
estadounidense.
Famosa
por su gran discurso en la
Convención de los Derechos de la Mujer en Akron de 1852, «¿Acaso
no soy una mujer?». Su legado da
insumos políticos al feminismo negro estadounidense, ya que desde
sus vivencias se logra definir cómo fue la lucha de las mujeres
negras de esta época, para autodefinirse
mujeres
desde la experiencia colonial y esclavista.
Con
el activismo de muchas mujeres negras como Sojourner
Truth, y posteriormente de
Ida B. Wells, Mary Church Terrell y
Mary McCleod Bethune, Margaret Murria, entre muchas otras más, la
lucha por los derechos de las mujeres negras que enfrentaban varios
tipos de opresiones simultáneas,
generó en el contexto de insurgencia del abolicionismo y el
sufragismo en EEUU avanzado el siglo XIX, tensiones muy polémicas
entre las alianzas necesarias conquistadas para la lucha común
sobre la defensa de los tan mentados derechos civiles.
De
este modo, la autodeterminación de las mujeres negras tuvo que pagar
un alto costo en la política cuando
el racismo acabó infectando el movimiento sufragista estadounidense
y cuando la emancipación arrimó las diferencias de género en las
comunidades negras.
La combinación de ambas formas de exclusión hizo del feminismo
negro un movimiento integral, completo, sistémico, plenario,
enérgicamente entroncado, como bien los expresa el portal Web “el
poder mundial”, con su artículo sobre el movimiento feminista
negro en Estado Unidos.
Sobre el movimiento sufragista, cerramos con
este relato de Ángela Davis:
…las mujeres siguieron siendo
activas en sus propias asociaciones obreras, en el movimiento contra
la esclavitud e impulsando la campaña por sus propios derechos.
Gracias a mujeres socialistas como Pauline Newman y Rose Schneiderman
se forjó un movimiento sufragista de clase obrera que supuso la
ruptura del monopolio que a lo largo de diez años habían mantenido
las mujeres de clase media en la campaña masiva por el voto. (Davis,
1981:153)
Todos estos estallidos forman parte de la
historia libertaria estadounidense por la defensa de los Derechos
Civiles, pero ¿Cuál fue el
desencadenante histórico que sintetizó todas estas luchas sociales
y abrieron nuevos procesos de luchas?
Además
de los hechos acaecidos el 1 de mayo en el Chicago de 1886, fecha
emblemática que permite el surgimiento del día
internacional del trabajador,
el 8
de marzo de 1908 en New York, problematiza aún más las crisis que
por un lado venía arrastrando el sistema esclavista, y que por el
otro, forja el
capitalismo como sistema generador de desigualdades.
En
el libro Feminismos y Socialismos del año 2010, de las autoras
Iraida Vargas Arenas y Alba Carosio, nos encontramos con la siguiente
reflexión:
La Industria necesitaba mano de obra
femenina a la que pagaba una remuneración inferior a la de sus
homólogos masculinos. Costura, planchado, lavandería y servicio
doméstico constituían entonces las principales actividades a las
que se dedicaban. Mal pagadas, peor alimentadas, sin educación…
las mujeres – y también los niños – eran considerados la mano
de obra ideal para el capitalismo, por su bajo costo. En 1908 y 1909
las costureras de New York fueron quemadas… (Carosio-Vargas,
2010:31)
La
dignificación del trabajo femenino se dió gracias a la acumulación
de hechos sociales que nutrieron el sentido histórico de la lucha
por la conquista de la justicia. Además de todo lo relatado hasta
acá, el 8 de marzo de 1857, fue el año donde las obreras que
trabajaban en la industria textil conocidas también como «garment
workers»,
de Nueva York, realizaron una huelga. En ese año luchaban por
salarios
más justos y condiciones laborales más humanas, anhelos que
compartían las mujeres afroamericanas esclavizadas en las
plantaciones, las mujeres chicanas en defensa de sus territorios y
las mujeres inmigrantes que no alcanzaron sus sueños de libertad.
Cincuenta
y un años después, el 8 de marzo de 1908, otras mujeres costureras
vuelven a tomar las calles de Nueva York para exigir aumento
de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y la
prohibición del trabajo infantil.
Como ya sabemos murieron más de un centenar de mujeres calcinadas
en la Fábrica
Cotton.
Nuevamente 3 años y 17 días después una terrible tragedia de esta
naturaleza volvió a ocurrir: un incendio de grandes magnitudes que
cobró
la vida de 123 trabajadoras textiles, 23 hombres y hasta la fecha
aún se desconoce si hubo niñas y niños trabajadores en el
siniestro.
El 25 de marzo de 1911 una vez más se generó un incendio de grandes
magnitudes y pérdidas humanas que lamentar, esta vez, en la fábrica
de Triangle
Shirtwaist en Nueva York.
¿Qué nos queda de esas luchas?
En
el siglo XXI continúa la vigencia de estas luchas en el mundo,
millones de personas siguen combatiendo la explotación, siguen
defendiendo derechos laborales por salarios dignos; en la era
neoliberal las mujeres del Sur Global nos enfrentamos a las maquilas
como forma de explotación laboral, como celda productiva moderna y
seguimos insistiendo en batallar contra el trabajo infantil y el
trabajo anciano. A este proceso de reconstrucción de la historia
estamos llamando ennegrecer,
porque se trata de des-blanquear
políticamente
las efemérides construidas por la historiografía que oficializaron
las clases dominantes del mundo, los y las colonialistas e
imperialistas.
Por
eso el 8 de marzo no es para nosotras una efeméride donde el acto
social es la marcha repleta de banderines
de color morado, consignas trasnacionalizadas y ningún plan de
acción que permita la construcción colectiva de una agenda de
lucha.
Es una conmemoración que años tras años, nos compromete como
mujeres trabajadoras del mundo, a continuar la lucha por alcanzar la
justicia social tantos años postergada.
El
mejor homenaje que le hacemos a las caídas de esta guerra, de todos
los tiempos, de todas las explotaciones, es reconocer y enarbolar el
contenido político de sus luchas populares y desde allí, no dar
nuestro brazos a torcer hasta no haber alcanzado los objetivos
estratégicos que en sus épocas se habían planteado y que, por
distintas formas, o no los hemos alcanzados o los hemos extraviado en
el camino.
Para la mujer blanca frente a la lucha contra la dominación
masculina la mujer afro nunca fue su aliada, por el contrario
siempre sería su antagonista, por eso necesitó inferiorizarla. De
esta manera, se expresa una “otra” dimensión de ese machismo
racializado y de esa violencia patrimonial, desmoralizando la
existencia de la mujer afro en la sociedad colonial, que hemos
definido como “la misoginia
racializada”. Mientras que la
familia nuclear patriarcal, colonial y moderna, la legitimidad de
las y los hijos pasa por el reconocimiento del vientre de la mujer
blanca como expresión femenina y cultural de los sectores
dominantes, las hijas y los hijos de las mujeres afro que no son la
mercancía esclavizada se convierten en bastardos, son los hijos o
hijas naturales, destituidos de toda paternidad, y esta es otra
manifestación del despojo ontológico: las mujeres que tienen
cultura y las mujeres naturales o de la naturaleza, las mujeres
salvajes. En nuestros estudios históricos hemos demostrado que las
mujeres afro han llevado la peor parte de la historia de dominación
y despojo y la esclavitud, en toda su extensión, es lo sustantivo
de este conflicto. Si bien es cierto que la lucha étnica tanto en
la existencia indígena como en la afro es previa a la lucha de
clases, es también cierto que la lucha de género por parte de las
mujeres indígenas y negras contra la violencia patriarcal del
conquistador – colonizador – criollo de raíz europea, fue el
primer choque cultural entre experiencias humanas diversas
radicalmente en este continente, y este aspecto de la venezolanidad
sigue siendo un asunto por develar si realmente nos proponemos una
reescritura de la historia desde la acera de lo descolonial,
revolucionaria, cimarrona y de liberación.